Los tipos de inversiones
Los tipos de inversiones
En el mundo de las finanzas personales, entender los tipos de inversiones es fundamental para tomar decisiones estratégicas que se alineen con nuestros objetivos económicos. Desde la academia Le Partisan, explico frecuentemente que existen dos grandes categorías de inversión: las activas y las pasivas. Ambas tienen ventajas claras, pero su diferencia principal radica en el rendimiento y el nivel de riesgo que implican.
Una inversión pasiva se caracteriza por ofrecer un retorno modesto pero con un nivel de seguridad alto. Son ideales para quienes buscan estabilidad y no desean exponerse a la volatilidad del mercado. Por otro lado, una inversión activa promete mayores rendimientos, pero también conlleva un riesgo más elevado y requiere de mayor involucramiento por parte del inversionista.
Para ponerlo en números: las inversiones pasivas normalmente ofrecen ganancias menores al 10% o 12% anual, mientras que las activas pueden alcanzar rendimientos del 15% en adelante. Esta diferencia refleja no solo el nivel de riesgo, sino también el tipo de estrategia que debe aplicarse en cada caso.
Un ejemplo clásico de inversión pasiva son los CETES, certificados de la tesorería emitidos por el gobierno, que actualmente ofrecen rendimientos aproximados del 10.06% a un año. Asimismo, los productos ofrecidos por la banca tradicional se ubican en un rango de retorno que va del 4 al 5%, siendo opciones seguras pero con crecimiento moderado.
En contraste, dentro de las inversiones activas se encuentran productos como criptomonedas, fondos de inversión dinámicos o incluso negocios propios. Para tomar un ejemplo extremo, Bitcoin ha registrado un rendimiento del 163% en el último año, lo cual lo posiciona como una inversión de alto riesgo pero con un potencial de ganancia muy elevado.
También existen fondos que ofrecen rendimientos del 25 al 50% anual, y aunque requieren un mayor análisis y seguimiento, pueden ser ideales para quienes desean que su dinero trabaje de forma más agresiva.
Desde mi experiencia, recomiendo inversiones pasivas para quienes tienen capital disponible pero no desean o no saben cómo moverlo activamente. Este tipo de inversión permite canalizar el dinero hacia pagos importantes como una hipoteca, impuestos o renta, sin comprometerlo en operaciones complejas.
En cambio, las inversiones activas están pensadas para quienes desean generar riqueza con su dinero, están dispuestos a aprender, asumir ciertos riesgos y dar seguimiento a su portafolio.
No existe una opción universalmente mejor. La clave está en saber quién eres como inversionista, qué nivel de riesgo puedes tolerar y qué objetivos financieros deseas alcanzar.
En la mentoría financiera que dirijo, siempre insisto en este principio: una buena inversión no es la más popular, sino la que está alineada con tu momento de vida y tus metas personales.
